Horrores (ante un eterno retorno)
amanezco, entre pesadillas,
observo los surcos en mis palmas;
estas líneas son también las de otro.
Estas partículas, este polvillo sideral que nombro:
una masa; una equis elevada al infinito,
será replicada bajo este sol, me digo.
Tal vez renací con calcado semblante.
Tal vez cometí mismas acciones
mismos sentires, mismas equivocaciones
que aquel yo anterior -y por tanto venidero-
¿soy acaso un calco? ¿un remedo?
¿cuántas regresiones aguantaré?
¿es el hambre por el hambre acaso?
¿varía si quiera el hábitat? ¿la trama?
mis gemelos antepasados y descendientes
fueron y serán en ésta… la tercera roca del sistema,
hasta la implosión del universo.
Existiré por siempre idéntico en este limbo atemporal e involutivo.
Mi gnosis se repara en cuerpos análogos.
¿el tiempo todo lo destruye o lo reconstruye?
Al héroe en mi memoria
hijo de mi hijo:
mi timón rueda pálido contra tifones
hacia el ancho mar de las remembranzas;
sirenas azotan esta rama lanzada al mar;
se impacientan las velas a estribor;
las sales arañan los orgullos en su escudo,
pero sabes que mis vigores de hierro
aguantan cualquier inclemencia:
hasta el más portentoso de los embistes.
Dime: ¿cuántos meses han pasado?
¿cuántos años?
¿cuánto hace que levé anclas
indignado de la tierra?
¿de los hombres?
mi rostro contra viento a veces
pregunta al horizonte:
¿dónde guardas mi cuerpo roído?
¿cuándo avistaré la isla prometida?
padre de mi padre:
¿a qué amante escribes cartas contracorriente?
¿a qué continente direccionas tu nave?
¿qué nuevo episodio podría compararse
a las marinas retóricas que me extasiaron de niño?
-biografía retocada por el Verne
que revoloteaba las vías de tu cerebro-
oh capitán mi capitán
deja que tus manotas
amuralladas por el labor
ganen la siesta merecida;
deja que las deidades
susurren tus hazañas,
los viajes que emprendiste a tu nada
y que las olas adormezcan el luto
de los mortales que te penan.
Yo solo espero tropezarme con tu altamar
en el que te malgastaste,
a ver si a la diana del séptimo día
puedo batir tu silueta
a la orilla de mi propio pacífico.
No. 61
falta un Rothko en nuestro arte;
uno que dinamite los
armatostes gramáticos
que penan al buen gusto;
un minimalista que nos de
la palabra perfecta:
aquella que extraiga
las carcomidas raíces
que guardamos al fondo del pantano;
falta un Rothko poeta
que sin óleos pinte el verso final:
flecha que en su redondez
cantará el color del cosmos
y la materia oscura que la atraviesa.
Francisco Valenzuela Saravia (Talcahuano, Chile). Periodista y comunicador social titulado de la Universidad Católica de Concepción. En 2015 publica su primer libro “Los Colores de la Tribu” con la Editorial Alto Horno. En 2017 gana el “Concurso Poesía Divergente” de la Editorial Casa Litterae que lo hace acreedor de una nueva publicación titulada “Poemas e Hiperpoemas”, con la que además logra ser finalista del Premio Ceres, en 2018. Publica en 2021 el poemario digital “Arroba y el gigante cyberbarroco” con Editorial Awen de Venezuela. Gana este mismo año la Beca Chile Crea del Fondo de Cultura con el que cursa actualmente el Magíster de Literaturas Hispánicas de la Universidad de Concepción.