
Nombre: El Tren de una Cuarentena
Autor: Carlos Favre
Año de publicación: 2020
Editorial: Escaparate
Este interesante texto de microrrelatos de Carlos Favre y de bellísimas ilustraciones de Nicolás Vidal, nos invita a un viaje en tren. Sin embargo, este viaje no es común, es un viaje estático, estaticidad del encierro pandémico, como el tren instantáneo de Nicanor Parra. Relato tras relato Carlos Favre nos va contagiando, no el Covid19, sino la claustrofóbica sensación del aislamiento forzado.
Las pestes nos han acompañado siempre y por eso mismo han sido trágicas musas en la literatura. Recordemos del siglo XIV a Giovani Boccaccio en su texto el Decamerón: De tales cosas, y de bastantes más semejantes a éstas y mayores, nacieron miedos diversos e imaginaciones en los que quedaban vivos, y casi todos se inclinaban a un remedio muy cruel como era esquivar y huir a los enfermos y a sus cosas; y, haciéndolo, cada uno creía que conseguía la salud para sí mismo. Y había algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho accidente y, reunida su compañía, vivían separados de todos los demás recogiéndose y encerrándose en aquellas casas donde no hubiera ningún enfermo y pudiera vivirse mejor…
Luego en 1842, Edgar Allan Poe, sitúa en plena peste de viruela, La máscara de la muerte roja: La “Muerte Roja” había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre…Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz… Una vez dentro del palacio, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.
Si nos damos cuenta en ambos casos el encierro es desinformado. Se cierra la puerta y se ignora la tragedia. Pero en el texto de Carlos se aprecia como la información es un nuevo modo de contagio de una peste. Carlos comienza con un relato intervenido por un delivery y luego, en los siguientes, bombardeado por noticias y cómputos hasta llegar a la desolada realidad de peste económica. Esto que describo podría generar en ustedes la impresión que “El tren de una cuarentena” puede resultar oscuro, trágico por el hilo pestilente del contexto histórico, sin embargo, resulta acogedor, familiar y oportuno.
La estación de partida es “Lo común”
En todos los canales nacionales, hablan de un virus que llegó a China, ¡Al carajo!
Después para en Talca con el primer contagiado, el autor expresa: “Tenía que ser en Talca… recuerdo las negligencias de ese hospital”. El Tren sigue, pero ahora en la psicosis: “te lavas las manos en 30 segundos. Te sacas los guantes. Te lavas las manos por 30 segundos”. Las líneas férreas que recorren este tren se estrechan en la mezquindad de la frivolidad: “21 víctimas fatales, expresa la voz, pero no importa, son adultos mayores…”. Carlos Favre no puede dejar en la estación su vocación de profesor y nos dice: “Él estaba feliz, después de 4 meses de cuarentena, vería a sus estudiantes”. Finalmente, el tren comienza su arribo. Pitea y llega a la estación de “La esperanza”, su último relato: “Desde las 8 de la mañana estaban todos los vecinos del sector de Pedro de Valdivia organizados con lo que tenían para preparar un almuerzo para las familias del barrio…”
Así es el texto de Carlos Favre, Tren de una Pandemia, nos permite reconocernos. Lo que relata es el reflejo de nuestra propia experiencia pandémica, el cambio de nuestras vidas y la inevitable revaloración de lo que somos.