
Nombre: La cola del diablo.
Autor: Ramón Díaz Eterovic.
Año de publicación: 2018
Editorial: LOM Ediciones
Entre la vastedad que propone la novela como género literario, podemos encontrar una narrativa que se acerca a aquellos hechos que, probablemente, se resistieron a la exposición pública. Así, la novela policíaca se instala en el mundo de la narrativa para dar explicación a sucesos que la humanidad ejecuta al alero de la sombra o, más bien, para hacer justicia en un mundo de negociados, crimen y narcotráfico.
Ramón Díaz Eterovic (1956), puntarenense radicado en Santiago de Chile desde 1974, quien fue director de la revista de poesía La Gota Pura (1980-1995) y presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (1991-1993), es quien da vida al detective privado Heredia desde su primera aparición en La ciudad está triste (1987), novela que funda una serie de entregas que denuncian, como una crónica roja, los hechos que azotan, quizá, estos últimos 30 años a nuestro país.
La cola del diablo (2018), su último trabajo publicado, nos cuenta el regreso del detective a la ciudad de Punta Arenas. Es un viaje que atiende la petición de una vieja amiga. Un caso que los puntarenenses ya habían fichado en los recuerdos olvidados y que poco a poco se deja ver gracias a la pericia del detective Heredia y, por supuesto, los sabios consejos a la distancia de Simenon, su gato. En el título de la novela hallamos la primera señal de aquello que luego se consolida lastimosamente. Lo que parece ser otro hecho ligado a los impulsos adolescentes, como se suele determinar siempre tan precipitadamente, termina siendo una red urdida por quienes detentan el poder, agazapados bajo las sagradas escrituras.
Heredia, un incansable buscador de la justicia, se ve envuelto no solo con su oficio allí en el territorio austral, sino que también de manera íntima, reencontrándose con un viejo amor y con una noticia que cambiará su vida. Esta novela, sobrecogedora por su temática, amplia, en cuanto a su tratamiento territorial y, contemporánea de nuestra realidad actual, nos muestra de frente el abuso de poder y cómo los “contactos” o “pitutos”, sirven al crimen con el mismo afán que lo hacen las instituciones mermadas de este país, en constante pugna con la institucionalidad.